17. INSERCIÓN SOLICITADA POR LA SEÑORA DIPUTADA VESSVESSIAN

Modificación del índice de movilidad jubilatoria

Sr. Presidente, estimadas y estimados colegas: hoy retomamos un debate que resulta fundamental para la vida cotidiana de la mayor parte de nuestros compatriotas, ya que no sólo involucra a las personas que gozan de los derechos previsionales y a sus familias, sino también, en el otro extremo de la pirámide poblacional, a nuestras niñas y niños y quienes comparten sus hogares.

No quiero adentrarme en lo especifico de los nuevos criterios de actualización de estos ingresos sin hacer, previamente, una contextualización histórica de lo que acabo de señalar, porque la universalización de los haberes previsionales es un rasgo relevante y distintivo de la sociedad argentina, pero que no siempre existió. Fue el resultado de un largo proceso de luchas y, centralmente, de las decisiones de gobiernos determinados a extender derechos para las grandes mayorías.
Fue con Perón, en la primera mitad del siglo pasado, que todos los trabajadores y trabajadores accedieron al derecho a las jubilaciones y a las pensiones.
La amarga noche neoliberal instaurada por la dictadura, trajo como consecuencia la destrucción del entramado productivo nacional, amplificando el desempleo y la informalidad laboral, lo que derivaba en que millones de personas quedaran imposibilitadas de jubilarse. Algo que en democracia costó revertir.
Y recién, hace menos de 15 años, fue Néstor Kirchner, quien en el año 2006 brindó la solución a través de las moratorias previsionales, lo que llevó a nuestro país a la cúspide mundial de cobertura entre los adultos mayores.
Luego, en el 2009, Cristina Fernández de Kirchner, equiparó los derechos de los hijos de trabajadores formales con los de aquellos informales o desempleados, a través de la Asignación Universal por Hijo.
Remarco esto porque sé que no todos están de acuerdo en que esto continúe así.
Como lo muestran en la diatriba constante que supuestos especialistas descargan en los medios de comunicación contra el conjunto del sistema de seguridad social, reclamando su achicamiento.
Son los que dicen que es “insustentable”, lo cual sólo es cierto cuando rigen los modelos económicos que ellos mismos impulsan: los de la timba financiera y la especulación contra la producción y el empleo.
Con Néstor y con Cristina se demostró que es posible, además de deseable, la coexistencia de un mercado laboral vigoroso con un sólido sistema de seguridad social.
En los doce años transcurridos de 2003 a 2015, la desocupación bajó del orden del 22% al del 5%, mientras que la formalización laboral y los salarios crecieron exponencialmente. Y eso fue lo que permitió no sólo la universalización de la cobertura previsional, sino también llegar a tener las jubilaciones más altas de América Latina.
Es imperativo que esa senda de crecimiento de la producción y del empleo sea una política de Estado, porque hemos visto cuán poco tiempo lleva destruirlo.
Esta fórmula de actualización es una apuesta a la perpetuación de los ciclos virtuosos de crecimiento económico y desarrollo social.
Algunos que derraman lágrimas de cocodrilo diciendo que era mejor para los jubilados el ajuste por inflación, ocultan dos cuestiones centrales: la primera es que esa modalidad pretende cristalizar un nivel adquisitivo que no puede crecer ante ninguna circunstancia.
La segunda, y más importante, es que el objetivo buscado por “el mejor equipo de los últimos 50 años” (como se autodenominaban los que diseñaron la fórmula que estamos sustituyendo) era el de reducir el gasto en jubilaciones y pensiones. Antes aún de que volvieran traer a nuestras vidas al FMI.
Quiero recordar que los “Messi de las finanzas” diseñaban la política económica según “metas de inflación”. Y que, cuando se discutió la nueva fórmula, todavía esperaban que ella fuera del 10% en 2018 y del 5% para 2019. Es decir, buscaban que las jubilaciones se ajustaran muy poquito.
Ya vimos cómo les salieron las proyecciones de inflación, cuando el 5% se terminó convirtiendo en 50%. Con esa misma “autoridad” cuestionan la propuesta que discutimos hoy, los mismos creadores del megacanje y del default de 2001… reincidentes en 2019.
Es poco serio que simulen preocuparse por los jubilados los que, cada vez que han podido meterle la mano en el bolsillo, lo han hecho sin dudar.
Ni siquiera me tengo que remontar al recorte del 13% que hizo De la Rúa. Sólo tengo que retroceder a 2017, cuando al aprobar la Ley le rapiñaron un período de actualización.
La fórmula que hoy estamos votando mantiene la actualización trimestral, lo cual es un acierto mientras haya alta inflación.
Pero, centralmente, asocia a todos los titulares de derecho del sistema de seguridad social en los beneficios que el crecimiento económico trae aparejado ya que, a más empleo, más salario y más recaudación, mayor capacidad de compra obtendrán.
Después de la devastadora experiencia del modelo de la especulación, y de la pandemia, reconstruir el círculo virtuoso de la producción y del trabajo ya no es una opción: es el único camino posible para la Argentina.
Y es nuestra obligación de que los beneficios obtenidos se distribuyan al conjunto de la sociedad. Aprobar esta ley, sin duda lo facilitará.

 

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