Hermanados bajo el designio de 200 años de historia común, los argentinos nos convocamos para conmemorar, afianzar y consolidar el ideario libertario que nos legaran los patriotas de la Revolución de Mayo de 1810.
Fue la gesta que dio origen al nacimiento de nuestra nacionalidad por decisión y coraje de los hijos de esta tierra, tras siglos de dominación colonial española.
Mariano Moreno, Castelli, Monteagudo, entre tantos patriotas, nos legaron nuestra argentinidad.
Desde entonces, las luchas por la liberación y contra la dependencia extranjera asumirán formas disímiles a lo largo de 200 años de nuestra historia, y a la vez constituirán parte indisoluble de la vida de los argentinos.
A quienes afirman que la Revolución de Mayo fue concebida sin calor popular, les decimos que el sostén y consolidación de la gesta patriótica fue arrogada de inmediato y sin beneficio de inventario por las clases populares, connotando a la guerra de la independencia la característica de una guerra popular y nacional.
Al frente de las luchas por la emancipación nacional, las figuras de José de San Martín, Manuel Belgrano, Miguel de Güemes y otros tantos patriotas fueron convocantes de la participación popular: los ejércitos se poblaron de indígenas, criollos, gauchos, mestizos, esclavos afroamericanos e hijos de esclavos, es decir: gente de pueblo. Ñande gente.
La independencia como causa popular fue librada desde el seno mismo de las familias, desde donde la mujer criolla asume sin condicionamientos la epopeya emancipadora. Desde el apoyo logístico a los ejércitos, hasta tomar las armas y combatir junto a los hombres. Las mujeres gestaron y parieron esta Nación. Juana Azurduy es el paradigma de la mujer de la independencia.
Como así también el Éxodo Jujeño es el emblema vivo del heroísmo popular en los difíciles años que siguieron a la Revolución de Mayo.
Transcurridos 200 años, las luchas por la independencia asumirán diversas características y pronto se definirían dos líneas histórico- políticas que entre aquellos que propugnaban desarrollar la nación sobre un modelo propio y los que soñaban con encontrar nuevos imperialismos para consolidar el país colonial.
Las consignas de liberación o dependencia y patria o colonia serán representativas del devenir histórico argentino.
Las luchas entre unitarios y federales expresarán el dilema del propio desarrollo de las provincias y los intereses foráneos de desarrollar Europa vía extracción de las riquezas de América, en este caso, por el puerto de Buenos Aires. El granero del mundo será el ícono de una nación alimentando al mundo a costa de su propio sufrimiento, su pobreza interna y su desigualdad extrema.
El general Juan Domingo Perón – tres veces presidente de los argentinos por voluntad popular- señalaba que en el devenir histórico argentino pugnaban dos modelos de país: sobre los despojos del imperio español se edificó el imperio inglés, y luego el norteamericano. Así, la independencia política se diluye ante la contundente dependencia económica de los imperialismos de turno.
Por ello, el 17 de octubre de 1945, el país real irrumpe en la vida política argentina y los intereses nacionales y populares se expresan en las tres banderas del peronismo: independencia económica, soberanía política y justicia social.
Sin embargo, la dependencia y la cualidad de colonia persisten en la conformación de una conciencia antinacional, grabada a fuego desde el mismo momento del acto de colonización. Lo que Arturo Jauretche denominó el coloniaje cultural.
Decía Arturo Jauretche que la idea no fue desarrollar América Latina según América, sino que se intentó transplantar Europa en América, destruyendo a todo lo auténtico y preexistente. Todo hecho propio, por serlo, sería bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, seria civilizado.
Aun perduran los vestigios del coloniaje cultural.
El liberalismo en la Argentina constituyó un formato de coloniaje cultural; teoría y práctica de sustentación del modelo agro-exportador.
Precisamente, la fundación de Formosa coincide con una etapa liberal de la Argentina: la generación del 80.Su fundación obedece a que, finalizada la guerra de la Triple Alianza, el límite norte de la Argentina se establece en el río Pilcomayo. La necesidad de trasladar la capital del territorio nacional del gran chaco- ahora en territorio paraguayo- decide a Jorge Luis Fontana fundar la ciudad de Formosa en la orilla derecha del río Paraguay el 8 de abril de 1879.
El modelo liberal imperante a nivel nacional, reacio a poblar este territorio ante posibles hipótesis de conflicto, “postergó indefinidamente nuestro crecimiento…se convirtió en región baldía a esta porción de territorio nacional y se amputó el futuro de Formosa condenándola a un siglo de atraso”. (Gildo Insfrán, gobernador de la provincia de Formosa)
Sin embargo, en contraste con su incorporación tardía al contexto nacional, hoy lo hace plenamente en el Bicentenario de la Patria, orgullosa de sus raíces, de sus orígenes multiétnicos, reivindicando su posición geopolítica, la pluralidad de sus culturas, y un modelo de desarrollo basado en las fortalezas de su cultura, su territorio y su gente.